El metro de Londres es uno de los modos de transporte más populares de la ciudad, transportando millones de pasajeros diariamente. En 2002 surgió una polémica cuando la Autoridad de Tránsito decidió prohibir algunos anuncios en el underground debido a preocupaciones por decencia pública. Uno de esos anuncios fue para la revista Hustler, que presentaba a una mujer desnuda. La decisión desató un debate entre los defensores de la libertad de expresión y quienes consideraban que ese tipo de material no tenía cabida en el transporte público.
El debate comenzó después de una campaña de un grupo de ciudadanos preocupados encabezados por Mary Whitehouse. Argumentaron que las imágenes son ofensivas y pueden perjudicar a los niños, que pueden verlas mientras van a trabajar con sus padres. Como resultado, la agencia de tránsito prohibió la venta clandestina de todas las revistas francas. Sin embargo, algunas personas consideraron que esto iba demasiado lejos y violaba sus derechos a la Primera Enmienda.
Larry Flint, editor de Hustler, se opuso a esta censura al presentar una demanda contra el gobierno británico. Argumentó que la prohibición era una restricción inconstitucional a la libertad de expresión y pidió una indemnización de £1 millón. A pesar de sus esfuerzos, el tribunal falló a favor de la Autoridad de Tránsito, citando la necesidad de proteger a los jóvenes de la exposición al contenido para adultos.
Después de la sentencia, muchas otras ciudades del mundo siguieron su ejemplo y también impusieron restricciones similares al transporte público. Esto ha dado lugar a un mayor impulso a una mayor regulación de qué medios pueden aparecer en los espacios públicos. Hoy en día todavía existe un debate sobre qué control debe tener el gobierno sobre lo que se considera una visión aceptable de los materiales en lugares públicos.
A pesar de la controversia en torno a la prohibición de publicidad en el metro de Londres en 2002, esto eventualmente ayudó a forjar políticas públicas sobre qué tipos de imágenes y mensajes son apropiados en lugares públicos. Este sigue siendo uno de los casos más discutidos relacionados con la libertad de expresión contra la decencia pública, y su influencia sigue sintiéndose hoy en día.