Algunos hombres pueden experimentar «bolas azules» durante los contactos sexuales relacionados con la estimulación prolongada, pero sin la eyaculación. Esta afección también se conoce como hipertensión epididimal, hiperemia testicular o síndrome de congestión pélvica, y puede causar molestias físicas y cambios de humor. Esto se debe al aumento del flujo sanguíneo hacia el pene y el escroto durante la excitación, que no está resuelto por el orgasmo.
El mecanismo exacto detrás de las bolas azules no está del todo claro, pero se cree que es causado por una combinación de factores vasocongetales y psicológicos. Cuando un hombre se excita sexualmente, su cerebro libera sustancias químicas que hacen que los vasos sanguíneos de sus genitales se dilaten, aumentando el flujo sanguíneo a la zona. Si este proceso continúa sin culminar, la sangre se acumula y provoca un aumento de la presión en los testículos y las estructuras circundantes. Esta presión puede provocar dolor y molestias que pueden variar de leves a severas.
Aunque las bolas azules a menudo se representan como un estado bochornoso, en realidad es bastante común y rara vez grave. La mayoría de los casos se resuelven en pocos minutos u horas después de que una persona entra en actividad sexual.
Sin embargo, en algunos casos raros, la afección puede persistir durante varios días o incluso semanas si no se trata. En casos extremos, puede provocar hinchazón y contusión testicular.
A pesar de su prevalencia, actualmente no existen tratamientos estándar para las bolas azules. Algunos profesionales de la salud recomiendan helar el área afectada o tomar medicamentos antiinflamatorios sin receta médica, como ibuprofeno, para aliviar los síntomas. Otros proponen aplicar compresas cálidas a los testículos para promover el flujo sanguíneo desde la zona. La masturbación también puede ayudar a aliviar la afección, proporcionando alivio a través de la eyaculación.
Vale la pena señalar que las bolas azules solo afectan a los hombres que experimentan estimulación física y no ocurren durante las formas no físicas de excitación, como la fantasía erótica o la masturbación sola. No está claro por qué ocurre este fenómeno, pero una teoría sugiere que se trata de una respuesta evolutiva natural diseñada para evitar que los hombres pierdan tiempo y energía en perseguir el contacto sexual que no conducirá a la reproducción.